El pasado 5 de Octubre la Casa de la Misericordia en la ciudad de Bucaramanga recibió como un regalo de la Misericordia la visita de nuestro Arzobispo Monseñor Ismael Rueda Sierra a nuestra sede, con motivo de la Fiesta de Santa Faustina; patrona de nuestra comunidad.
Una oportunidad muy especial para agradecerle a Dios por la cercanía de nuestro Pastor quien desde que llego recorrió las instalaciones de nuestra casa y compartió con cada uno de los funcionarios, servidores y simpatizantes; manifestando su alegría por encontrar una comunidad que asume la experiencia y vivencia de la Espiritualidad de la Misericordia, como un legado de Santa Faustina para los tiempos que vivimos:
“Esta espiritualidad es el modo como Dios actualiza para las nuevas generaciones algo que es esencial del plan de Dios para con nosotros, y uno siempre ve eso, como Dios suscita el evangelio escrito con personas concretas. Con santa Faustina tenemos la certeza que así como ella lo hizo; nosotros imitando su ejemplo, también podamos encarnar los valores del evangelio en nuestro tiempo, en la vida de la Iglesia y en el mundo”.
Durante la homilía nos invito a no olvidar la historia de Polonia, del Siglo XX, a hacer una lectura del contexto en el que Faustina comparte este mensaje del Amor y la Misericordia de Dios y como el Papa Juan Pablo II paisano suyo y viviendo en carne viva esta historia, apoyo la causa de canonización de esta religiosa Polaca: No olvidemos la historia en Polonia, no olvidemos la historia del siglo XX; no olvidemos las guerras con todas sus causas y sus consecuencias para la humanidad. Lo que dice Santa Faustina en el contexto de Polonia, en el contexto de la tragedia de las dos guerras mundiales en un solo siglo. Un siglo que también quiso desarrollar mucho la ausencia del Padre; el ateísmo en diferentes formas, el materialismo llevado a las situaciones extremas y por lo tanto un mundo que le quizo dar la espalda a Dios desconociendo su Amor y Misericordia.
Así transcurrió esta celebración en la que dábamos gracias a Dios porque a través de esta homilía Monseñor también nos recordó como el Papa Juan Pablo II declaro el Segundo Domingo de Pascua como Domingo de la Misericordia; y nos invito a reflexionar justo en el evangelio que nos regalo la liturgia este día, que fue precisamente: El Buen Samaritano.
Reto grande y gran compromiso para los que participamos de esta Eucarística en la que nos exhorto a continuar por este “Camino de la Misericordia”; para que sigamos trabajando todos estos valores del evangelio, manifestados en “actos de Misericordia”, como un gran aporte y riqueza a la Espiritualidad de Comunión que anima nuestra Iglesia:
“Se necesita, que todos estos valores se vayan plasmando permanentemente en la vida y en la misión que Dios nos ha encomendado a todos y a cada uno de diversas maneras. De forma que el gran fruto de esta espiritualidad, de este don de Dios para nuestro tiempo; de este don de Dios que ustedes especialmente asumen como una espiritualidad típica, propia; como un aporte a la corriente de espiritualidad de la vida Iglesia, hoy que hablamos de espiritualidad de comunión; me parece que ahí hay una gran responsabilidad, un gran aporte y lo asumimos en concreto como Iglesia Arquidiocesana.
Ustedes saben que desde el primer momento cuando hicimos el encuentro con los laicos de tantos movimientos, tantas corrientes, tantas espiritualidades: “riquezas extraordinarias de Dios a su Iglesia”; pero siempre mi llamado cordial, fraterno y convencido, es que todo lo que Dios da, esos dones, él nunca los da para dividir, ni para separar; sino para unir porque el Espíritu es Espíritu de unión, Espíritu de unidad, Espíritu de Comunión.
Entonces tenemos que seguir trabajando arduamente en nuestra Arquidiócesis dar ese aporte permanente a partir de esta espiritualidad en lo que el Señor nos pide para la Iglesia; para nuestros tiempos en la construcción de nuestra Iglesia Arquidiocesana. De tal manera que haya esa profunda armonía; que todos los aportes de esta u otra espiritualidad, siempre vayan convergiendo hacia el proceso global de nuestra Iglesia Arquidiocesana. Y ese es el querer de Dios . De manera que mi exhortación es en ese sentido, y ahí es donde se producen los mejores frutos, los grandes frutos. Tenemos que sembrar siempre, seguir sembrando. Los exhorto y los animo a seguir profundizando en este espíritu, en esta espiritualidad y siempre les reitero: en el curso y en la vida de la Iglesia.
Damos gracias a Dios por la vida de nuestro Arzobispo y por animarnos y motivarnos a continuar por ese camino de la Misericordia en esta Iglesia en Particular.
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